“Soy una idiota” me decía con todo el convencimiento del mundo una chica joven, educada, respetuosa y amable. Una chica que nunca habla mal de los demás, que intenta ponerse en la piel de los otros para entender sus motivaciones, alguien que no juzga a otras personas.
Mi reacción ante este tipo de situaciones siempre es la misma. Algo dentro de mi chirría cuando oigo a otra persona hablar de sí misma con tan poco respeto, con tan poca educación. Me sale solo, se me tuerce el gesto (ahora con la mascarilla se nota menos) y tengo que interrumpirla para puntualizar “¿hablarías así de mal de cualquier otra persona?”
- “No es una falta de respeto, es verdad que soy idiota” me contestó.
Así que de nuevo tuve que puntualizar:
- “No te imagino llamando idiota a ninguna de tus amigas ni a nadie que conozcas. Ni si quiera pensando que lo es. No sé por qué te permites tratarte a ti misma como no tratarías a nadie más.”
Parece que no pasa nada por insultarse a una misma, que lo que está mal es faltar el respeto a los demás y cuando se hace hacia una misma no hay problema. Y no, esto no es así. La forma en la que nos tratamos es la base de nuestra autoestima.
¿Qué puedes hacer si esto es habitual en ti?
- Lo primero siempre es ser consciente de que esto te está pasando. Con calma, con amabilidad hacia ti misma, date cuenta de lo que estás haciendo.
- Identifica ese pensamiento como lo que es: Un pensamiento. “Estoy teniendo el pensamiento de que soy idiota” “Estoy pensando que soy idiota”
- Amablemente dirige tus pensamientos hacia lo que sí es objetivo “He tenido un comportamiento tonto, me he dado cuenta y voy a procurar que no vuelva a pasar”
Se trata de practicarlo una y otra vez, cada vez que te des cuenta de que te estás faltando al respeto, para que esto vaya sucediendo con menor asiduidad.
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