Es muy habitual leer y escuchar publicaciones que hacen referencia al poder del pensamiento (tanto del pensamiento positivo como del pensamiento negativo) como si de una nueva magia estuviéramos hablando.
Los pensamientos no son otra cosa que palabras que se juntan en nuestra mente de forma automática. Algunas veces nos salen pensamientos tontos que enseguida descartamos, otras veces nuestro cerebro se dedica a planificar los quehaceres del día, algo le recuerda situaciones pasadas, o algún evento le lleva a pensar sobre el futuro. Muchas personas entienden de una forma natural, que por pensar las cosas ni las provocas, ni es más fácil que sucedan, que son sólo pensamientos, y al igual que los sueños, suceden en nuestra mente de forma automática (ya lo dijo Calderón de la Barca “Los sueños, sueños son.”)
El problema surge, cuando nos creemos las afirmaciones del tipo “Atraes aquello que deseas”, “programa tu mente para atraer lo que deseas”, etc.
Veámoslo primero en positivo:
Existe ahora una corriente, mal llamada psicología positiva, que nos induce a creer que si deseamos algo con mucha intensidad y dedicamos tiempo a pensarlo, conseguiremos atraerlo a nuestra vida. Y no, esto NO es así.
Para comenzar, esto no es psicología positiva. La psicología positiva es esa parte de la psicología que se dedica a estudiar qué hace que la gente sea feliz, tenga una vida plena, sea capaz de superar las dificultades de la vida, etc. Surgió hace unas décadas, promovida (entre otros) por Martin Seligman, al detectar la necesidad de conocer cómo ayudar a que la gente que no tiene problemas psicológicos, tenga una vida más plena y cómo hacer para que los seres humanos desarrollen completamente sus potencialidades. Como digo, no tiene mucho que ver con el pensamiento positivo que tan de moda está.
Volvamos al tema que nos ocupa. Si le damos una vuelta a estos razonamientos, encontraremos su incoherencia. Hagámoslo con un poco de humor. ¿Conoces el siguiente chiste?
“Un hombre está en la puerta de la iglesia el día 1 de Diciembre rezándole a Dios para que le toque la Lotería de Navidad:
- Señor todopoderoso, ayúdame con tu infinita bondad. Haz que me toque el gordo de la Lotería de Navidad, por favor.
Y así acude todas las mañanas hasta que llega el sorteo de Navidad, pero no le toca ni un solo euro.
El día 1 de Enero del siguiente año allí encontramos otra vez al hombre. Y tampoco nada. Y al año siguiente otra vez. Y al otro. Y al otro otra vez en la puerta. Cinco años después Dios ya no puede más, se le aparece y le dice:
- A ver, hijo mío, yo quiero ayudarte pero, ¿¿quieres comprar algún año un décimo por lo menos??”
En este chiste queda muy bien expuesto el poder del pensamiento positivo. Puedes pensar con toda la intensidad del mundo, desearlo con todas tus fuerzas, pero si no haces nada, SI NO ACTÚAS, no servirá para nada. Por tanto, no estamos hablando del poder del pensamiento, sino del poder de las acciones. Pensar en aquello que quieres conseguir te ayudará a motivarte, y estar motivado te ayudará a poner en práctica las acciones necesarias para lograr tu objetivo. Pero son las acciones lo que hace que consigas tu meta, no tu pensamiento.
Y esto, de nuevo, dificulta la vida a muchas personas. Este razonamiento lleva a creer que si no estás motivado, o no tienes ganas, no puedes hacer cosas. Y nada más lejos de la verdad. Seguro que has sido capaz de levantarte por la mañana cuando suena el despertador para ir a trabajar, teniendo cero ganas de hacerlo, incluso deseando con todas tus fuerzas poder quedarte en la cama un rato más. No estoy negando que si estás motivado, será más fácil ponerte en marcha; digo que se puede hacer aunque no tengas ganas de ello.
Es muy conocido el “poder del pensamiento positivo” en la gente con una enfermedad. Parece que si te diagnostican un cáncer y tú mantienes tu pensamiento positivo, esto te asegura la sanación. Y tampoco. Si te diagnostican una enfermedad grave, como un cáncer, tienes todo el derecho del mundo a agobiarte, preocuparte y sentir miedo, ¡sólo faltaba! Pero estas emociones no están reñidas con no abandonarte, con ponerte en tratamiento médico y con llevar a cabo todas aquellas acciones que te ayuden a mejorar (alimentación sana, hacer ejercicio, rodearte de familiares y amigos, etc.)
Por último, haré mención a la culpabilización que supone esta forma de pensamiento. Tenemos que ser conscientes de las limitaciones que tenemos. Hay cosas que por mucho que las desees, y por mucho que pongas todos tus recursos en ellas, no vas a poder conseguir. En algunos casos, serán las leyes de la naturaleza las que lo impidan; en otros, serán las condiciones sociales.
Veámoslo ahora en negativo:
En negativo serían aquellas publicaciones que te indican “atraes aquello que temes.” Lo cual se traduce en “deja de pensar.” Te voy a ser sincera, después de tantos años de experiencia como terapeuta, y de formarme constantemente en los nuevos avances de la psicología, aún no he conseguido encontrar la estrategia que funcione para dejar de pensar. Muchas veces los pacientes me preguntan dónde está el botón para dejar de pensar, y sólo hay una respuesta a eso: no existe tal botón. Sí puedes dejar fluir los pensamientos, dejar que no se queden atrapados o atascados en tu mente, de manera que resulten menos molestos o intrusivos, y te permitan continuar con tu vida. Pero no puedes evitar que esos pensamientos vengan porque se producen de forma automática.
El razonamiento “atraes lo que temes” es un tipo de razonamiento supersticioso. Lo justificamos con esos “pálpitos” o sensaciones que tenemos de que algo malo va a pasar con la mala suerte de que, algunas pocas veces, pasa. En la vida pasan cosas malas, no lo podemos evitar, pero nada tienen que ver con tus “pálpitos”; son coincidencias, casualidades, no avisos. Por mucho miedo que yo tenga a las serpientes, eso no va a hacer que me encuentre con una serpiente en mi salón. De la misma manera, que si tengo miedo a que mi pareja enferme, eso TAMPOCO va a influir en su salud.
Otra cosa diferente será, el temor que nos lleva al sabotaje. Es decir, si tienes miedo de que tu pareja te deje, puede que empieces a mirar su móvil, analizar sus gestos, juzgar lo que hace, etc. de manera que interrumpas el buen curso de tu relación y la lleves a situaciones negativas. En este caso, de nuevo, serán tus acciones las responsables del cambio, no tus pensamientos.
Sí es verdad, que los pensamientos positivos evocan emociones positivas, así como lo pensamientos negativos evocan emociones negativas. Pero de ahí, a que los pensamientos puedan alterar tu entorno, va un trecho infinito.
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